miércoles, 4 de noviembre de 2009

Mi hijo el Doctor


Martín César Lissarrague nació un 9 de septiembre, el mismo día de la Patrona de San Fernando. Cuando Su madre estaba caminando en la procesión, actividad que se realiza por los festejos a esa fecha, rompió bolsa.

Hoy, 54 años después, es médico especialista en pediatría. El andar de su carrera está plagado de fechas, nombres propios tanto de médicos, como de hospitales y centros de salud.
En el Centro de Salud Bertrés empieza como médico pediatra, pasado los años se presenta en el cargo para ser director de dicho centro y gana el concurso.

¿Por qué quiso ser el director de ese centro?
No sé, en mi época todos aspirábamos a trabajar en algún centro de salud, público. Para nosotros esos lugares eran una escuela.

¿Por qué eligió pediatría?
No sé. Me encanta la traumatología, tengo mucha habilidad manual para ese trabajo, pasé por cardiología, clínica médica, todo esto cuando hacía las prácticas. Pero las vueltas de la vida me hicieron especializarme en pediatría.

Parece que no sabe por qué hizo cada cosa que hizo, parece que todo fue un impulso, una corazonada. El impulso, la corazonada, el no saber por qué… pero sí sentirlo, han marcado el rumbo de sus decisiones.

El día que se recibió “un gran profesor mío me dijo: “doctor permítame que le de dos concejos: el primero recuerde que un kilo de sangre vale mas que un kilo de plata; y el segundo, el día de mañana si no puede ser un gran médico sea un hombre de bien””.

Dice que es de “esos tipos” que caminan por la calle, le dicen “doctor” y se da vuelta. “Aunque no sea para mí”, ríe. Una de sus tantas virtudes.

¿Es doctor antes que Martín Lissarrague?
No, uno primero es persona, después médico. No creo que se pueda ser buen médico si no se es una buena persona.

“Yo soy la quinta generación de mi familia en San Fernando”, dice con orgullo. Él, dos mellizos, y un hermano con Síndrome de Dawn conforman ese escalafón de la familia Lissarrague.
“Yo me crié en el corralón del canal de San Fernando, mi abuelo era un viejo corralonero”, la nostalgia comienza a sumarse a la charla.

Lleva como segundo nombre el segundo nombre de su abuelo: “César”; y su primer nombre es el segundo de su padre: “Martín”.
¿Trabalenguas?, Vamos de nuevo: él es Martín César, una mezcla de dos hombres que lo han marcado desde el nombre.
“Mi viejo, cuando yo me recibí, lo primero que hizo fue regalarme la placa de médico pero no me la dejó llevar, la puso en la casa de él”, cuanta como anécdota el orgullo de su padre.

“Me siento muy conforme con mi vida: mi carrera y mi familia, mi mujer y mis dos hijos”.
Vivía a una cuadra de la mujer que hoy es su mujer. “Yo tenía la costumbre de que cuando tenía examen en la universidad me levantaba a las 4 de la mañana. Tenía, tan bien, la costumbre de estudiar caminando en el living de mi casa , hablando en voz alta antes de que llegara la hora de ir a dar el examen. Mi mujer pasaba por la vereda caminando con su guardapolvo blanco y sus botitas”, cuenta, volviéndose a enamorar, como si la blancura de esas prendas hoy estuviera intacta.
Dice: “Uno salió, vio, empezó, conoció”. Ella tenía 16 años cuando empezaron a noviar, hoy ambos dos tiene 25 años de casados.
“Para mí, mi mujer es el pilar de mi familia”, afirma, pero sigue afirmando: “Mis hijos no serian lo que son si no hubiera estado mi mujer en mi casa”. Los fines de semana disfruta de ellos y de su hogar, “mi casa es mi fuerte”.

¿Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer?
Si.

¿Usted es un gran hombre?
No. Creo que uno es potencia no exacto, trata siempre de ser lo mejor.

En el 96´ lo llaman del municipio invitándolo a hacerse cargo de la atención primaria del municipio. Cuando las secretarías de Desarrollo Social y la de Salud Pública se unifican le ofrecen las posibilidad de ser subsecretario. Al poco tiempo, quién era el secretario de esa secretaría, Diego Herrera pasa al Concejo, entonces Lissarrague lo sucede.

Sin embargo asegura que: “nunca voy a dejar de ser médico, yo soy de esos que se mueren con las botas puestas”.

Su padre apareció en la entrevista más de una vez. Él habla por su padre, su padre habla a través de él: “siempre me decía: aprovecha la experiencia ajena, porque la propia siempre llega tarde y cuesta caro”.

Una anécdota pinta esta charla y la cierra, porque la emoción traba la cinta del grabador: “Hace muchos años había gente cenando en casa, yo tenía pocos años de recibido y mi hermano estaba trabajando muy bien. Este señor, un comerciante muy importante, felicitó a mi padre por el lugar en donde trabajaba mi hermano. Mi viejo le respondió: “Si, le va muy bien, pero mi hijo mayor es médico. Eso para mi vale mucho”.

Baja los ojos diciendo “los recuerdos movilizan”.

1 comentario:

  1. guauuuuuuuuuuuu cuantas cosas
    la verdad que si me gusto
    volvere para leeerte

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