viernes, 1 de octubre de 2010

Pipo y los estudiantes


Lo primero que voy a decir es que realmente creo que muchos colegios y facultades sufren de condiciones paupérrimas para su cursada.
Lo segundo que voy a decir es que los alumnos se equivocan en la forma de “hacer ver” esta falencia.

Si le decimos a la persona con la que estamos discutiendo que no nos grite…y se lo decimos gritando… ¿vamos a cambiar algo?
El 21 de septiembre se festejó el día del estudiante, con algunas tomas y escuelas impenetrables.

Una cantidad de chicos, que no son ni los colegios enteros ni las facultades enteras, decidieron que la mejor manera de trasmitir un mensaje referido a la educación era dejando de estudiar…y no solo eso: prohibiendo (¿¿?!!) la entrada al colegio de los que sí querían hacerlo.

El gobierno porteño acercó varias instancias de diálogo, en una de ellas explicaba todas las mejoras que se pensaban realizar en los colegios afectados. Pero eso no fue suficiente, sino que fue rechazada.

Después de un tiempo algunos colegios abandonaron la metodología de la toma y decidieron ver si el gobierno cumple con su palabra, retomaron las clases.
Pero algunos estudiantes habían decidido no sentarse a negociar (no en el mal sentido, acordémonos de la editorial pasada, donde hablábamos de que no existen “malas palabras”).

La negociación es la herramienta fundamental para llegar a un acuerdo, es pilar de la política misma. Ustedes padres o ustedes hijos ¿No negocian?: “Salís el sábado, pero después te pones las pilas con matemática”.

Hay un pacto, que, si se rompe, se quiebra la confianza.
En esta situación no llegamos ni a la instancia de “pactar”, de “negociar”, y nos damos el lujo de rechazar instancias de diálogo. Por ambas partes- alumnos y políticos que responden a las actitudes estudiantiles, como si ellos también tuvieran 17 años.

Imagínense dos personas discutiendo (suelo bajar los conflictos sociales a situaciones cotidianas, para entenderlas mejor), una habla encima de la otra…y lo que es peor, una le dice a la otra: “No me interesa escucharte”. Me pregunto entonces ¿Para qué discuten?

Si los alumnos realmente quieren llegar a solucionar el problema, y no sacarle tajada política, debieron sentarse en el patio de sus colegios y escuchar un rato a Pipo Cipolatti: “Estudiantes, estudiantes a estudiar” y yo le agregaría… “y a dialogar”.

Creo en el poder de la palabra, no en la furia del grito.

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