martes, 2 de febrero de 2010

Como agua para política


Tiene patillas de héroe, pestañas largas en sus ojos y cara simpática. Mezcla que da como resultado a Jorge Álvarez, concejal por el bloque Unión Cívica Radical de San Isidro y presidente en cargo del IADEPP.

Para comenzar la entrevista, hace lugar en su escritorio. Mueve papeles, se cae una foto en blanco y negro que lo ubica mirando al futuro sonriendo.

Pero empecemos por el pasado.
A los 14 años tuvo su primera banda de rock, “debutamos el 14 de diciembre del año 86´en Martínez. Tuvimos una banda soporte que fueron Los Pericos. A partir de ahí empecé a recorrer todo el circuito ander de Buenos Aires que florecía en la década del 80´”, cuenta.
A partir de ahí empezaron sus inquietudes sobre la cultura, sin embargo no encontró lo que lo llenaba del todo, ni en la música, ni en el teatro.

“Me acerqué a una radio de Martínez, Fm Fénix, y ahí conocí a varios amigos que estaban vinculados al radicalismo. Creí, entonces, que era un buen momento para involucrarme en política”, asegura.

Confiesa que fue a varias reuniones de partidos de izquierda pero que se sentía muy incomodo en ellos. No sucedió lo mismo con la Unión Cívica Radical, donde ya la figura de Alfonsín lo atraía. El 9 de julio del año 90´ se afilió.
“En los partidos de izquierda no había un espacio de participación, me parecía que estaba todo ya cocinado, en las reuniones se decía siempre lo mismo”, argumenta.

Es exacto en los números, en las palabras, en los gestos.

En el 2001 lo llamaron desde Presidencia de la Nación, para asumir la Dirección de Acción Política de Presidencia. “El proyecto de De la Rúa no me identificaba, así que no participé. A cambio terminé como Subdirector Nacional de Acción Social”.

Ese año, después del final que todos conocemos, Jorge Álvarez decidió no participar más en el estado.
La navidad del 2001 la pasó en la CAVA. Había decidido trabajar allí. “Se había caído algo que para mí era un proyecto, una vida y haber llegado al gobierno y haber terminado de esa forma…tenía la necesidad de estar con gente”.

A partir de allí, todos lo viernes estuvo colaborando en el barrio. Hasta que llegó a él un caso, un niño con un problema, un niño sin documentos, sin identidad: “Me puase a estudiar el tema y se lo solucioné. Al poco tiempo empezaron a venir mamás de otros lugares con el mismo problema”, dice.
Fue entonces que, en contacto con varios amigos del interior de Buenos Aires, armó el IADEPP a principios del 2003.

Hoy ocupa su primera banca como concejal y dice: “lo vivo como algo natural, lo siento como parte de un camino”.

Hijo de dos inmigrantes españoles: Félix y Felicísima.
Ellos tenían una panadería en la calle Edison y Saavedra, Martínez. Él trabajo allí muchos años, por eso algunos lo llaman “el panadero”.

_ ¿Eso te molesta?
_Para nada, es un orgullo para mí. Efectivamente fui panadero durante muchos años. Me levantaba a las 2.30 de la mañana a amasar. He pasado gran parte de mi adolescencia aprendiendo ese oficio y trabajando allí.

Dice: “Cuando me preguntan cual es mi profesión, digo que soy panadero”. Sin embargo, “podría decir que soy consultor, que escribo ensayos, que estoy haciendo una carrera de antropología, pero soy panadero”.

Es por eso que le dimos un ejercicio: hacer una analogía entre la confección del pan y la política.
El resultado: “El pan requiere paciencia, cuidado y necesita que nunca se mezclen los ingredientes. Esta es una característica muy propia de la política: hay que saber dónde está el agua y dónde la sal. También la necesidad de que la masa leude, que crezca, que pueda desarrollarse, que no se cocine en cualquier momento sino en un punto justo. Esto es también en paralelo con la política”.

_El último paso del pan es el horno. ¿Los políticos argentinos están en el horno?
_ En la Argentina hay muchos políticos que están al horno porque no respetan el proceso natural del amasado y porque han mezclado los ingredientes. Pero yo no generalizaría.

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